CUERPO DE AGUA

 

Entre todas sus presencias, la que más me cautiva es la de los pulsos evidentes, desde cualquiera de sus orillas. Soy de mar, declaré hace años;” soy de mar y lo puedes ver en mi mirada, si hoy ves mis pies es que arranqué: soy trozo de agua; llegué a la orilla y tuve piel para tocarla, un rayo de la luna develó mi espalda”… Quizá reconozco en esos pulsos los mios y por eso me cautiva más, porque mis amplitudes y mis intensidades determinan mis pasos.

“Como es adentro, es afuera”. Me gusta el agua, de cuando en cuando me arrimo a alguno de los cuerpos de agua que hay por aquí y canto; hay procesos que no pasan por el cognoscitivo, que salen derecho en la energía y el trabajo de la siempre atenta mente es permitirlo. Le suelto mi canto y así, en frecuencias sonoras la busco y el agua me recibe, me contiene ; me recibe amorosa siempre, con lo que vaya: dicha, ansiedad, angustia, tristeza; me contiene y lava de mi lo que le sobra a mi cuerpo. Nos regulamos entonces, ella y yo, como diferentes manifestaciones de la misma energía que somos, nos nutrimos. Me acerco a ella en el río Andalién y disfruto sus velocidades y su forma cambiante durante el año, y los años. Me allego a la laguna Lo Galindo y nos contemplamos quietas, apreciando una en la otra, los movimientos bajo las superficies y a ras de superficies ahí, en donde nos percibimos.

En otro fragmento, escrito en otros años le dejo caer sobre mí. Permítase leerlo y cuénteme cómo es el paisaje que se dibuja en su mente.

“Veo mi tormenta. Hago mi tormenta.

Viento sobre mi desde todo, desde nada.

Descubro que si abro los brazos en todas direcciones viento viene a mi: sacude mi pelo, mi paisaje.

 Rocío mi danza alrededor del árbol viejo, grande, que no he plantado yo sino que estaba antes de mi: lo veo, lo estudio, agradezco su trayecto para hacerlo morir: liberarlo y liberarme.

Inicio mi tormenta, disfruto este cielo gris! comando mis lluvias y desato mis aguas: limpian y arrastran todo cuanto transformo ¡bienvenida la muerte en mi paisaje!

 Agradezco y lloro, lluevo más! Y desato mi viento!

 Acojo su despedida, contenta, serena y firme, convoco al fuego que certero acude a mi cielo, conjuro… mi árbol agradece… se dispone, me dispongo y caigo sobre él prendiendo todos los esquemas y preceptos: frutos y ramas caen quemados, arde gran parte bajo la lluvia y alumbra mi tormenta!

Yo… decido rasgarlo en medio, totalmente liberado…

 danzo en viento, agua desbocada y lluvia alrededor del troco quemado, transformado en peldaño. Me disperso en el viento,

 cubro todo mi paisaje alrededor,

observo y siento…

y en la herida, me poso serena, dispuesta, agradecida,

 mojada, hecha huilas mis ropas y mi pelo desordenado.

Cierro mis ojos y me uno… uno.

 Uno.”

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